Una de las funciones principales que tenemos los padres es la de proteger a nuestros hijos. El grado de protección y la forma en que debemos hacerlo va cambiando en la medida en la que ellos van creciendo.
Un recién nacido puede necesitar estar la mayor parte del tiempo en brazos de sus papás, pero prueba a hacer lo mismo cuando el niño comienza a andar. El niño puede reaccionar de dos formas. Puede acomodarse a estar en brazos y decidir que ya aprenderá a andar en otro momento, con lo que estaremos retrasando e incluso haciendo más difícil que aprenda a andar, o puede ocurrir, que el niño se revele y luche por bajarse de los brazos de sus padres y comience a ponerse de pie (Que sería lo más sano que puede hacer).
Pero este dilema que parece muy obvio cuando hablamos de que el niño tiene que empezar a caminar por él solo, no resulta tan fácil de solucionar cuando hablamos de edades más avanzadas y de situaciones que nos generan más estrés. ¿A qué edad dejamos que nuestros hijos empiecen a ir solos al colegio? ¿Puede un niño con 7 años ir a comprar el pan sin ir acompañado por un adulto? ¿Es bueno que un niño pequeño decida qué ropa quiere comprarse? Estas preguntas no son fáciles de contestar ya que el entorno puede hacer variar las respuestas. Lo que tenemos que tener claro es que las decisiones que tomemos con respecto a estas cuestiones tenemos que planteárnoslas desde el punto de vista de beneficio del niño y no de nuestro bienestar y tranquilidad (Esto no es fácil de asumir).
Con la actitud que tomemos los padres en todos estos momentos, estaremos diciendo a nuestros hijos el grado de confianza que tenemos en ellos. Y esto, a su vez, va a influir de forma muy importante en la imagen que ellos construyan de ellos mismos y, por tanto, en su autoconfianza. Si los padres, de forma más o menos explícita, les decimos a nuestros hijos que nunca van a conseguir responsabilizarse de sus cosas, estaremos poniendo los cimientos para que nuestros hijos siempre dependan de nosotros.